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Bienvenidos! Desde que tengo memoria, despertaron mi interés tres objetos que mi abuelo paterno poseía: su diario, al que había dado comienzo durante su juventud, un álbum de fotos antiguo, en el que llegó a recopilar cientos de fotos suyas y de cinco generaciones de familiares, y el árbol genealógico familiar. Hace poco tuve oportunidad de tomar contacto con toda una rama de mi familia paterna que desconocía, y esto hizo que creciera mi interés en el tema "familiar y genealógico". Espero que este blog sirva para facilitar la comprensión de nuestros parentescos, para que podamos intercambiar información, y para las nuevas generaciones que tengan interés en conocer más sobre su origen. Me gustaría verlo crecer con nuevos aportes, recuerdos, fotos, y con las correcciones o aclaraciones que sean necesarias, y que agradezco por anticipado. Por motivos de seguridad, quisiera que evitemos dar detalles sobre las generaciones presentes, y solo incluír datos sobre las pasadas. Volviendo a agradecer la colaboración recibida, saluda cordialmente, Aurelia F.A. urevale@yahoo.com.ar

viernes, 1 de febrero de 2013

jueves, 2 de agosto de 2012

"La vida contra la mina", noticias de Salave

 

  
 
"El único obstáculo que queda para evitar la explotación de las minas de Salave, son los vecinos de Salave, Mántaras, Tapia y alrededores. Si se mantienen unidos y se muestran firmes, con toda probabilidad conseguirán paralizar la explotación"
Salave (España) y Guatemala: la vida contra la mina.  
Lunes 23 de Enero de 2012 08:13



 

jueves, 14 de junio de 2012

Una argentina en Asturias



Valdepares, pueblo de mi bisabuela Rosa

   Es una soleada mañana de domingo. En Casa Rego, mi alojamiento en Valdepares, me indican como ir hacia el cementerio. Me alejo de la carretera principal y tomo un camino empedrado. Camino unos pocos metros y de repente veo, a la derecha, entre los árboles, la parte superior de una iglesia. Un sexto sentido me indica que esta es “LA” iglesia de Valdepares, donde bautizaron a mi bisabuela, y me largo a llorar. Estoy en la tierra que habitaron Rosa Gayol, sus padres, o sea mis tatarabuelos, y también sus abuelos, hace más de un siglo, y saberlo me inunda de emoción. Al ver a lo lejos el cementerio y el mar Cantábrico, vuelvo a estallar en llanto. No puedo creer que estoy realmente aquí. Para asegurarme de que no estoy soñando o visitando el pueblo a través de algún mecanismo de realidad virtual, tengo que tocar alguna cosa, y elijo algo tan sólido como la pared de la iglesia, aunque, de todas maneras, no termino de convencerme. Me seco las lágrimas y sigo el camino hasta el cementerio. La puerta de hierro parece cerrada pero al tocarla veo que no, que está sin llave. Bajo un sol primaveral, totalmente a solas y en medio de un absoluto silencio, recorro cada pasillo y leo una por una cada lápida. Hay varios fallecidos apellidados Gayol como mi bisabuela. Busco la birome o el lápiz para anotar sus nombres, pero no los encuentro, así que les saco fotos, apartando un poco las flores o floreros cuando es necesario. Al terminar cruzo un terreno recién arado, quiero dirigirme hacia ese mar azul que llena el horizonte, pero más allá la vegetación me impide el paso, es alta y temo entre tanto yuyo perderme, ser picada por insectos o hundirme en el barro, no lo sé. Ya tendré tiempo para eso. Tomo el camino de regreso a Casa Rego pensando en mi bisabuela Rosa que seguramente acostumbraba transitar por aquí mismo cuando de chica iba a misa, que llevaba el ganado a pastar por estas tierras, que en el horizonte se encontraba con este mismo mar y desde el mismo punto desde el que ahora lo veo yo, quien seguramente iba a llevar flores a las tumbas de sus abuelos donde antiguamente quedaba el cementerio y ahora hay un pequeño parque con juegos infantiles, y donde, bajo una estatua, se puede leer la siguiente inscripción: “Gracias a nuestros antepasados por su legado”, que coincide con lo que en este momento dice mi corazón.


Por la tarde conozco a Manolo, mi pariente de Valdepares, (su abuela era hermana de mi bisabuela) y a su mujer, Concepción. Ambos se deshacen en atenciones. Ella entiende que me costaría llamarla por su apodo tan español, Concha o Conchita, y sugiere que entonces la llame por su nombre. Manolo tiene un aire a papá, solo que con los ojos claros y con las cejas más gruesas y tupidas que vi en mi vida. A lo largo de dos días me convidan con chuletas, chorizos caseros, huevos de sus propias gallinas, guiso de vainas (como chauchas pero de color amarillo), y flan casero, y me llevan a pasear por los alrededores. Gracias a ellos conozco Rivadeo, Tapia de Casariego, Viavelez y Navia. Me enamoro de los paisajes asturianos, en cierto punto hasta me empalagan: demasiado verde, demasiado cielo para mí, que soy “un bicho de ciudad”, como dicen los Piojos en ese tema musical. Pero nunca demasiado mar, ¡eso sí que no! Me reservo lo mejor para el día siguiente: ir caminando desde Valdepares hasta un pueblo vecino, Campos, donde vive otro familiar lejano, Efrén, a quien hace un par de años contacté por teléfono gracias a la ayuda de Rubén, un amigo virtual de Salave a quien conocí a través de un grupo de Facebook.  


Dos piezas de granito y un prado con historia. 



Al día siguiente, tras una caminata por la carretera de un par de kilómetros, y tras pedir indicaciones a una señora que pasaba por allí, llego a la casa de Efrén. El mismo sale a recibirme. No hace falta que me presente, ya sabe que soy Aurelia, la “prima” argentina, como me presentó luego a sus vecinos. Me hace pasar a su casa de dos plantas, donde conozco también a su hermana Gertrudis. Les cuento que tengo la intención de ir a conocer la iglesia de Salave y el cementerio, y Efrén no duda en ofrecerse a acompañarme, dice que no quiere que vaya sola. Se pone un sombrero para protegerse del sol y partimos. Efrén tiene 86 años y es menudo, como su hermana Gertrudis, ninguno de los dos debe medir más de un metro cincuenta. Ella tiene ojos celestes, me parece que Efrén también, o tal vez parecen azules por las cataratas de las que me habló. Me llama la atención que en su cara redondeada las arrugas brillan por su ausencia. Caminamos hasta la iglesia que conozco solo por fotos, al verla desde lejos se me corta la respiración. Se que no es la misma que visitaban mi bisabuelo y sus antepasados, que ésta es un poco más moderna, pero igual me emociono. No podemos entrar, está cerrada con llave (Salave no tiene sacerdote propio y quien quiera ir a misa de domingo debe ir a Valdepares o a Tapia). Saco un par de fotos y luego vamos hasta el cementerio, un poco más amplio que el de Valdepares. Efrén me muestra el panteón familiar donde descansan los restos de Bertha, una de sus hermanas, y un poco más allá, las tumbas de sus padres, Santiago y Domitila. Me dice que queda un lugar para enterrar a alguien más junto a ellos, y se pregunta con tranquilidad y una sonrisa un tanto pícara para quién será, si para él o para alguna de sus hermanas. Le pregunto por el terreno donde antiguamente estaba ubicada la Cada de la Venta, me responde que allí no hay nada para ver, que hay solo prado, y no quiero insistir. Lo que sí acepta mostrarme, son dos piezas de granito sin ningún tipo de inscripciones, que reposan a lo largo del pequeño cantero con flores que hay en la parte posterior de su casa. Es todo lo que queda de la Casa de la Venta, cuna de mi bisabuelo Marceliano, sus hermanos, y generaciones de sus antepasados. Les saco un par de fotos, Efrén bromea diciéndome que si las quiero que me las lleve. Por supuesto que me encantaría pero es imposible por su tamaño, sonrío pensando en la multa por exceso de equipaje que me harían al tomar el avión de regreso a Argentina, si solo encontrara la manera de llevarme una de ellas. Al día siguiente vuelvo a encaminarme a Salave (esta vez desde Tapia adonde me dejaron Manolo y Concepción) decidida a llegar, costara lo que costara, al terreno donde se ubicaba la Casa de la Venta. Pregunto, camino, vuelvo a preguntar, y vuelvo a caminar hasta dar con el terreno baldío lleno de yuyos que hace años soñaba con conocer. Mi meca, como yo lo llamaba. Una meca de tierra, piedras y pastos altos donde no pude hacer nada más que sacar un par de fotos y hacerme sacar una por los vecinos de al lado, Manolo (cuando no, otro Manuel) y María Antonia. Tomo un par de piedras como recuerdo, me dicen que dificilmente sean de las originales, pero no me importa. “Lo logré, te encontré”, le digo al terreno y a la casa de piedra que dibujo con la mente, similar a otras casas antiguas que hay por la zona y que todavía se mantienen en pie. Retomo el camino, con mis pensamientos me despido de la Casa de la Venta y de la iglesia, pienso con tristeza que tal vez nunca vuelva a verlas, salvo en las fotos que les tomé.  



El Cantábrico, un regalo inesperado

Camino de regreso a Valdepares por la carretera rodeada por una abundante vegetación, rocas, y antiguas casas de piedra en diferente estado de conservación. En una de las curvas me encuentro sin previo aviso con una bellísima vista de una playa y el mar. Es él, es el mismo mar azul con sus rocas cubiertas de verde, el mismo de la foto que cuando empecé a planificar mi viaje puse en mi página de Facebook para no olvidarme de mi meta, mi objetivo, mi sueño. Un río, varios botes y una bandada de gaviotas completan el paisaje. Tengo que acercarme, tengo que bajar. Salgo de la carretera, sigo un camino en bajada, casi corriendo lo recorro, y entre surcos cada vez mas angostos entre el pasto me acerco al río buscando una manera de llegar hasta el mar, pero la vegetación cada vez más alta y salvaje me lo impide. No logro ver el suelo que piso, estoy con zapatillas y una mini de jean y termino con las polainas llenas de abrojos. Cuando me doy cuenta me sangran las piernas por varios raspones.

Vuelvo a subir y tomo el otro camino, el de la derecha, y este sí que me conduce a la playa. Piso la arena, me saco zapatillas, polainas, medias, y con mis pies descalzos camino entre arena y piedras hasta el mar. Me olvido del cansancio y de los raspones que todavía sangran: el paisaje me deja extasiada, sin palabras. Le saco fotos con la camara, con la mirada y con el alma. Bah, con la mirada se me complica un poco porque tengo los ojos bañados en lágrimas. Dialogo con este mar, el de la playa de Porcía, le pregunto si mis bisabuelos, si mis tatarabuelos asturianos estuvieron aquí si contemplaron fascinados estas mismas rocas rodeadas de espuma marina. El mar me contesta que sí, y sonrío feliz. Valió la pena. Aquí estoy, donde siempre quise estar, desde que con infantil curiosidad contemplaba, enmarcado y colgado en la habitación de mi abuelo, ese árbol genealógico que nombraba una casa, la de la Venta, habitada por varias generaciones de mis antepasados, ubicada en un lejano pueblo español llamado Salave, que más adelante supe que se encontraba muy, muy cerca del mar. Un sueño hecho realidad, un encuentro, o más bien, un reencuentro, con mi parte asturiana que, ahora lo se, desde siempre circulaba por mi sangre.  


Un último adiós a mis nuevos “pagos”, los asturianos

No quería irme de Asturias sin volver una vez más a Valdepares, a Salave y a esa playa pequeña y pedregosa de Porcía adonde el mar Cantábrico y yo nos encontramos por primera vez. El día anterior llovió mañana, tarde y noche y eso hizo que estuviera a punto de renunciar a mis planes. Testaruda como soy, preferí pagar una noche más en un hostal de Oviedo y decidir por la mañana según como se diera el clima. No tuve que arrepentirme: el domingo amaneció sin lluvias y como si esto fuera poco pronto salió el sol, quizás un regalo desde el más allá de parte de mis ancestros para permitirme visitar una vez más sus pagos. Tomo el autobús Alsa a media mañana y dos horas y media después bajo en Valdepares. La iglesia de San Bartolomé esta vez está abierta, así que puedo sentarme un par de minutos y tomar una foto del interior. Camino hasta el cementerio sin entrar en él, y desde ahí tomo el camino que me conduce hacia el mirador del Cabo Blanco. Y allí, entre acantilados, rocas y desniveles, me vuelve a sorprender el Cantábrico. La belleza del paisaje me supera, no puedo evitar estallar en exclamaciones de asombro, le hablo a ese mar azul, salvaje e increíble como una enamorada, le susurro “Hola amor, hermoso, bello…”, mientras los ojos se me llenan de lágrimas. Decido llegar a Salave bordeando la costa en vez de ir por la carretera principal, y lo hago deteniéndome cada vez que el camino lo permite para asomarme al abismo rocoso que me separa del mar y para tomar decenas de fotos. Luego de kilómetros de rocas y curvas llego a la playa de Porcía, me detengo a tomar unos tragos de agua fresca de la ducha del mirador y bajo los escalones de piedra. Desde este lugar no hay playa, la escalera termina directamente en el mar. Me saco las zapatillas y las medias, me arremango el pantalón y dejo que el agua fría toque mis pies parada sobre el último escalón. No se oye nada más que al mar y a las gaviotas. Minutos después uelvo a subir, tomo unos tragos más de agua, me cruzo con tres personas (las únicas que andaban por allí), y bajo por el otro lado, a la misma playa donde estuve la semana anterior, esta vez reducida a unos pocos metros de arena por la crecida del mar. A pesar de la tarde soleada no hay nadie en ella. Me saco la remera y el pantalón: debajo, previsora, llevaba mi bikini negra. Chapoteo feliz entre las olas, fotografío el horizonte, la espuma marina, las rocas, las gaviotas, filmo el paisaje para llevarme de recuerdo el rugido del mar. Hasta que me digo a mi misma: “basta de tomar retratos”, ya que mi afán de atesorar imágenes y de filmar me está impidiendo relajarme y disfrutar de verdad. Hago a un lado la cámara, el celular y hasta el reloj y los pongo a resguardo del agua para dejar que el Cantábrico acaricie mis tobillos y mis rodillas y me hable, y lo hace: me cuenta de atardeceres en los que mis ancestros, los Pérez de Presno, los Méndez Jarén, los Fernández de la Vega, los Sanchez de Ron, los Gayol y los Fernández Acevedo contemplaron este mismo azul, estas rocas, se bañaron en estas mismas aguas, soñaron aquí mismo, y que incluso los más osados y enamorados, hicieron el amor en esta misma playa. Sentada en la arena y sin otra compañía que la de aquellos antepasados, me animo a hacer el primer topless de mi vida y me saco el corpiño, una experiencia nueva y liberadora que no dura más de un par de minutos. Chapoteo un pocos más, y me despido por fin del mar diciéndole en voz alta que nunca lo voy a olvidar. Me visto y retomo el camino. Llegando a Campos una vieja carreta que reposa en un depósito con aspecto de estar en desuso me llama la atención y le tomo una foto. Enseguida me sorprendo ya que me doy cuenta de que estoy en la parte posterior de la casa de Efrén, donde está el cantero con las dos piezas de granito, ultimo vestigio de la casa de la Venta. “Qué mejor lugar para sentarme a descansar que sobre ellas”, me digo sonriendo. Lo hago y vuelvo a sonreír, mi trasero argentino reposa sobre los restos de la casa de mis antepasados asturianos, todo un honor para mí y una falta de respeto hacia ellos. Saco un par de fotos y se asoma a unos metros una mujer mayor, la saludo con la mano y me voy. Camino hasta la iglesia, sigo hasta el cementerio, lo recorro de punta a punta y tomo fotos de las lápidas con información que me pueda interesar. Se me ocurre pensar qué pasaría si alguien cerrara la puerta sin saber que estoy dentro y quedara encerrada allí, con una galletita de chocolate por toda provisión y sin crédito en el celular para pedir auxilio. Si volviera a llover, si me viera obligada a pasar la noche ahí. Supongo que tendría que buscar refugio en alguno de los panteones vacíos que vi con la puerta abierta, tres estantes de piedra a cada lado y nada más, hasta que alguien abriera la puerta al día siguiente. Me apuro a salir, por las dudas. Al terminar me alejo unos 200 metros y me doy cuenta de que no llevo la cámara de fotos. Regreso al cementerio, la había dejado apoyada sobre un panteón al tomar unas notas. Solo me falta darle un último adios al prado donde estuvo ubicada la Casa de la Venta. En el camino tomo fotos y filmo, las campanadas de la iglesia suenan cuando paso frente a ella. Otra vez mi imaginación vuela, me dice que son mis ancestros quienes las hacen sonar para mí a modo de saludo, y me emociono. Paso frente al grupo de casas llamado “de la llagúa” (o laguna), de donde eran los bisabuelos de Patricia Gayol, (a quien todavía no conozco personalmente pero con quien por mail nos llamamos "vecinas ancestrales") entre el canto de los gallos, el de los grillos y el mugido de las vacas. Una de ellas muge como si me llamara, me recuerda a mi hijo, será que usó el mismo tono con el que él suele llamarme “Maaaaaaa” y esa idea me hace reír. Parada en el prado que fue de mis ancestros filmo el paisaje de alrededor, me despido, esta vez por última vez, y me voy. Metros más allá, una pareja de ancianos dejan pasar la tarde con la mirada perdida y sin hablarse, son las únicas dos personas que crucé por Salave hoy. Camino a Valdepares por la carretera. Cansada como estoy luego de casi cinco horas de caminata, hago dedo por primera vez en mi vida a varios de los autos que pasan, pero nadie para. Será que los asturianos no acostumbran ver a caminantes hacer dedo, me digo. En Casa Rego, sedienta, tomo una chocolatada y después una Coca Cola como la sirven por acá, con una rodajita de limón y cubitos de hielo dentro del vaso. Aprovecho para hojear un diario de Galicia que está sobre la barra y para pasar al baño. Al regresar, presto atención a los dos únicos clientes del bar que discuten, al parecer sobre política y sobre religión, mala combinación con los tragos que están tomando. En pocos minutos escucho todos los “ostias”, “joder”, y “vaya, tío”, que no había oído desde que llegué a España. Para mi alegría, el hombre que atiende el lugar me entrega una bolsita con un par de cosas que me había dejado allí la semana anterior cuanto me alojé por dos noches: un broche de pelo, una vincha, una pinza de depilar y un adaptador para enchufar el cargador de mi celular. Ojala todos los que trabajan en hotelería actuaran así, yo se porqué lo digo… Tomo el Alsa de regreso a Oviedo despidiéndome también de Valdepares, y dandole las gracias a mis ancestros asturianos por regalarme este encuentro mágico con sus lugares de origen. Valió la pena. Vaya si valió la pena, tío. Joooder.

Agradecimientos: a Manolo y Concepción de Valdepares por su hospitalidad, a Rubén de Salave y a su esposa Cristina por la invitación a almorzar, el paseo y la llamada de cumpleaños, a Efrén de Campos por recibirme y acompañarme en mi primer día de recorrida por Salave, a la gente del grupo de Facebook de "Valdepares, lugar de encuentro" quienes me ayudaron a localizar a los descendientes de los Gayol, a Vicente (otro familiar, ya que nuestros tatarabuelos F.A. eran hermanos) y a su esposa Ana, de Gijón, quienes merecerían un párrafo aparte por la riquísima fabada asturiana a la que me invitaron y por compartir su interés genealógico y sus datos conmigo, a José Antonio, de Oviedo, un amor de persona, quien también merecería otro párrafo por su invalorable ayuda a la hora de buscar datos de bautismos y casamientos en el archivo diocesano, a Nano, mi compañero, por su apoyo y contención a la hora de encarar este viaje,  a mis padres, y a cada una de las personas que aportaron su granito de arena para que fuera posible cumplir este sueño. Gracias y mil veces gracias.


Comentarios recibidos: 


Para Aurelia y todos los F.A.:
Qué hermosa tu experiencia en Asturias y qué bien relatada! Recuerdo que mi abuela Julia Fernández de Fernández Acevedo contaba y nombraba la casa de la Venta  de Salave. qué suerte que has podido hacer ese recorrido. Cariños a todos, Isabel F.A. (Rosario)

Mi muy querida Aurelia. Muy bueno, muy emocionante, muy bien escrito, tu singular relato de esa experiencia epifánica de recorrer las tierras de los ancestros. Para mi, y en esto me acompañó Pedro, mi marido, fue una escritura reveladora, algo que nos conmovió profundamente. Muchas, muchas gracias por compartir con todos nosotros, la tribu de los Fernández Acevedo, la maravillosa visita a esas tierras.
Realmente tus investigaciones genealógicas son de una profundidad increíble. Y cómo nos hace reflexionar todo esto. Pensar en estas generaciones que nos precedieron y cuyas vidas , de alguna manera, sentimos tan cercanas.
Tantas veces miramos ese árbol genealógico. Entonces parecía sólo un viejo registro, enigmático, y ahora se ha llenado de sentido, de significados.
Te agradezco de nuevo que puedas transmitir esa experiencia. Ahora, con tu relato y el de Carlos F.A., ya tenemos algo para recuperar nuestros recuerdos de viejos cuentos escuchados en casa.
Un gran beso. Y un gran beso para toda la familia Fernández Acevedo. Ojalá pronto se cumpla esto de un encuentro . 
Yolanda F.A. (Salta)

Con tu relato de lo que viviste haciendo realidad tu sueño y el de muchos, me hiciste sentir nuevamente en esas tierras. Espectacular tu forma de escribir y transmitir, Te felicito!
Isabel (Tucumán)
Que linda experiencia Aurelita, como estamos organizando un viaje a españa me meti en el blog hace unos dias y me encantó!!! me hiciste vivir esos lugares como si yo tambien estuviera!!!!!! (...). Realmente has hecho un relevamiento familiar buenisimo!!!!! historico y actual... besos  Esmilda F A (Sta Rosa, La Pampa)

Ya he leido todo tu diario por España y sobre todo por Asturias.Es muy emotivo. Se te ve que mereció la pena tanta espera.Aunque espero que esta no sea la última vez que vengas por este bello lugar.
Rubén (Salave, Asturias, España)

Cuántas experiencias, recuerdos y lazos que se hacen carne y nada mas y nada menos que en la piel de la misma persona que un día comenzó a diagramar su árbol genealógico y años después ese árbol se convirtió en una hermosa realidad al pisar el mismo suelo que aquellos antepasados familiares mas directos y mas remotos habitaron en algún momento de la vida. Hermoso relato, emocionante, sentí a Manolo, a Conchita como mis propios familiares y los recibí en mi mundo virtual con gran emoción. Felicidad que hayas podido ver y sentir aquellos lugares que forman parte de tu historia!                                                                                     Rodrigo Machado (amigo)

Hola Aurelia:
Leí tu relato con sumo placer porque escribís muy bien y con el alma, tanto que me hiciste revivir emociones propias que también sentí al pisar el terruño de nuestros ancestros y conocer a nuestros parientes lejanos y viejitos que tenemos allá. Me alegro mucho que hayas podido cumplir el sueño, que veo, te acompaña desde siempre. Leí tu relato varias veces, disfrutando todos y cada uno de los pequeños detalles que fuiste apuntando con espíritu agudo, introduciendo de vez en cuando un toque de humor. Gracias por hacerme revivir mi propia experiencia.
Te hago llegar un fuerte abrazo y un cordial saludo para tus padres y tu hijo.
Afectuosamente
Carlos F.A. (Córdoba)

sábado, 19 de septiembre de 2009

Había un vez...




                                                               La casa de la Venta.

 
Foto actual del lugar donde estaba ubicada la casa de la venta
(en el terreno baldío de la derecha, entre ambas casas)

   La casa de la Venta o Casa A Venta era el nombre que tenía la casa que perteneció a algunas de las generaciones de los Fernández Acevedo, y posiblemente también a sus antepasados. Estaba ubicada entre la Casa de la Arena (en la foto, al fondo) y la que habitan Manuel y María Antonia (de color gris, por delante del terreno baldío) en Salave, pueblo que pertenece al actual municipio de Tapia de Casariego, al norte de Asturias, España. Incluso el árbol genealógico confeccionado en el año 1853, se titula “El árbol genealógico de la familia de la casa de la Venta”
   Habría tenido la función de alberguería, (posada, mesón o casa de huéspedes) aunque en las primeras décadas del siglo XX ya había desaparecido la edificación y solo quedaban ruinas.Cuenta un vecino de la casa de al lado, Manuel, que cuando él se instaló a vivir allí, en el año 1959, solo quedaba en pie parte de una pared. En la década del 60 aproximadamente, Santiago Fernández y Fernández (descendiente de habitantes de dicha casa, también conocido como Santiago del Barreiro) dio orden para que fuera totalmente demolida. Las piedras obtenidas fueron empleadas para la construcción de una cuadra (lugar donde se guardan animales) en otra propiedad suya, ubicada en Campos.
   Sobre el terreno donde estaba ubicada la casa no se realizaron nuevas construcciones, solo hay un prado o baldío. Desde allí, mirando en dirección a la carretera, puede observarse la parroquia de Santa María de Campos y Salave y el grupo de casas llamadas "de la llagúa" (o Laguna). La propiedad ya no pertenece a miembros de la familia ni a sus descendientes, ya que a raíz de la aplicación de la ley de Concentración Parcelaria (ver nota debajo), el terreno pasó a manos de otros dueños. Actualmente todo lo que queda de la construcción original son dos piezas de granito que se encuentran en la parte posterior de la casa donde viven los hijos de Santiago Fernández y Fernández (Efrén y sus hermanas)       
                          Ley de concentración parcelaria:
Se trata de una medida que fue tomada en algunas regiones de España, con el fin de resolver algunos de los problemas que afectaban a la rentabilidad económica de la actividad agraria. Entre estos problemas, el fraccionamiento de la propiedad en múltiples fincas y la pequeña dimensión de las explotaciones minifundarias. La concentración parcelaria permite el mejor aprovechamiento y explotación de los campos, ya que brindó a sus propietarios la posibilidad de la agrupación de terrenos dispersos, a través de su permuta por otros de valor similar.



Salave, pueblo de origen de los Fernández Acevedo.


Ubicación geográfica de Tapia de Casariego (municipio al que pertenece actualmente el pueblo Salave, ya que antiguamente se hallaba incluido en el municipio de Castropol) en Asturias.


Escudo de Tapia de Casariego


Video sobre el municipio de Tapia de Casariego.
Propiedad del ayuntamiento de Tapia de Casariego




Salave y pueblos cercanos del municipio de Tapia de Casariego.


Foto titulada "Salave, salida al mar de explotaciones romanas de oro".


Salave es el pueblo donde -por lo que se desprende del árbol genealógico redactado en 1853- residieron las siete generaciones registradas en el mismo. Ubicado a corta distancia de la costa del mar Cantábrico, a partir de 1891 pertenece a la parroquia (división administrativa) de Campos y Salave. Esta es una de las parroquias que forman parte del municipio de Tapia de Casariego, perteneciente al principado o provincia de Asturias, al norte de España (antes de 1863 la parroquia correspondía al concejo de Castropol)

Parroquia de Campos y Salave:



Parroquia de Santa María de Campos y Salave

"La actual parroquia de Campos y Salave es el resultado de la unión de las antiguas parroquias de Santa María de Campos y de San Salvador de Salave. El nombre oficial es Santa María de Campos y Salave. La unión de las dos parroquias en una sola, costó no pocas discusiones y supuso la destrucción de las antiguas parroquias y cementerios parroquiales para hacer un nuevo templo y cementerio en Cotarello, (…) entre Campos y Salave. De todas maneras, la frontera entre las dos parroquias coincidía con el río de Campellin, más al este. Aunque estamos hablando de dos parroquias, desde un punto de vista histórico-geográfico habría que referirse mejor a dos pueblos: Campos y Salave. (…)"
Fuente: “Conseyu de Tapia: parroquia de Campos y Salave”. Academia de la llingua castellana. Xosé Miguel Suárez Fernández, 1994.
Comentario recibido de parte de un poblador de Salave:
"Con la unificación de Campos y Salave no es que Salave tirara la iglesia de Campos, o viceversa. De las antiguas iglesias se aprovechó todo lo posible para la construcción de la nueva. Hasta se conservan en la iglesia actual los cálices grabados con el nombre de cada parroquia anterior. Se aprovecharon hasta las piedras y columnas."
Características del pueblo:
"Las construcciones se esparcen a lo largo de los caminos y las carreteras, las más de las veces en grupitos más o menos ralos de pocas casas. (…) Esos grupos de casas suelen tener un nombre que designa a toda la zona y que podríamos considerar como un barrio. (…) A esto hay que agregar los caseríos aislados de esa constelación de casas y que pueden llamarse con el nombre de la casa o sin él. (…) Un rasgo típico del relieve (…) es la abundante presencia de “suqueiros” o saltos de hasta varios metros entre unas fincas y otras, lo que da una traza aterrazada muy característica. (….) Los vocablos locales “ribeira” y “ribeiro” (…) vienen a corresponderse con el término asturiano pedreru o playa de piedras.(…) las casas a “cuatro aguas” son los ejemplos mas antiguos que se mantienen en pie de la arquitectura tradicional de la zona, y la mayoría de ellas están cayendo o se usan de pajar. (…) Al oeste de Salave estaba la antigua iglesia parroquial. Todavía conserva un pequeño cementerio."
Fuente: “Conseyu de Tapia: parroquia de Campos y Salave”. Academia de la llingua castellana. Xosé Miguel Suárez Fernández, 1994.
El cementerio en ruinas, cuyos muros aún se conservan, pertenecía a la antigua parroquia de San Salvador de Salave, cuyo origen más remoto fue el monasterio de San Acisclo, fundado en el siglo X por Todisla y situado en lo que hoy en día se conoce como "la casa del cura".
Los lagos de Salave, cuyo origen data de unas prospecciones auríferas romanas se encuentran recubiertos de exuberante vegetación. Se conservan todavía las bocaminas y galerías que comunicaban con los acantilados.
El llamado Campo del Hospital, debe su nombre a que en el lugar existió un hospital de peregrinos con el nombre de Santiago y Santa Ana. En este lugar también se ubican las antiguas escuelas de Salave.
El clima es suave y templado. En cuanto a su vegetación hay que destacar la presencia de pinos, eucaliptos, castaños, robles, álamos y hayas. Respecto a la fauna existente en la zona, se encuentran aves como gaviotas, halcones, ostreros, ratoneros, etc. y mamíferos como el jabalí, el corzo o el tejón.
Poblaciones cercanas:
Las poblaciones más cercanas son: El Franco, que está a tan sólo 1,3 Km, Valdepares (1,3 Km) y La Roda (1,9 Km). Actualmente cuenta con menos de 400 habitantes, y está a una distancia de 3 Km de la capital del municipio, Tapia de Casariego.
Fuentes:
www.tapiadecasariego.com
www.vivirasturias.com
Revista Fusion.com, Suplemento Asturias, Julio 2003
Wikipedia.









El árbol genealógico


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El árbol genealógico original tenía fecha de 17 de Enero de 1853, fue firmado por un tal Basilio Gómez de la Leba o Lela, (no se entiende la firma) Su título era "Arbol genealógico de la familia de la casa de la venta en Salave"
Mi abuelo, Juan Fernández Acevedo y su primo Eufrasio Fernández Acevedo, poseían fotografías antiguas del mismo (en esa época no existían las fotocopias) No tengo conocimiento sobre si algún familiar conserva el original del árbol, u otras copias de la foto.
Además, Juan hizo dos copias: una a mano, sin fecha, en la que anotó "Copia autentica del existente en Casa de Marceliano Fernández Acevedo con fecha de 1853, por Juan F. Acevedo" , a la que agregó la octava y la novena generación, y una con su máquina de escribir, con fecha de 1967, a la que agregó la décima generación. Como Marceliano era su padre, quien había nacido en Asturias y había emigrado a Argentina, y también tenía un hermano que se llamaba así, no queda claro si la versión de la que Juan tomó copia se encontraba en Argentina o en España.

Las primeras siete generaciones españolas:
Primera generación:
En la fotografía antigua se pueden observar 7 generaciones. En las primeras cuatro, el apellido de la línea central de propietarios o herederos de la casa de de la venta era Pérez de Presno, y recién en la quinta generación los Fernández Acevedo aparecen en esta línea.
La primera generación registrada, es la formada por el matrimonio de Dominga Gonzalez con Antonio Pérez de Presno. Dominga o Antonio fallecieron en el año 1690.
Segunda generación:
Está compuesta por los 6 hijos del matrimonio de Dominga y Antonio Pérez de Presno: Dominga (h), José, Antonio (h), Domingo, Antonio (h) y María.
Datos curiosos de esta generación:
-El nombre Antonio se repite en dos de los hijos.
-El segundo hijo llamado Antonio, según la aclaración era ciego.
- Las dos hijas mujeres figuran con el apellido de la madre
Tercera generación:
Los hijos de Antonio Pérez de Presno (hijo) y Agustina Bermúdez Villamil fueron cinco: Feliciana, Rosa, Antonio, casado con Rosa Díaz, Francisco, casado con Josefa Fernández Acevedo, (con la que tuvo siete hijos) y María.
Dato curioso: Josefa Fernández Acevedo es la primera persona con este apellido en figurar en el árbol genealógico, siendo el primer matrimonio entre los Pérez de Presno y los Fernández Acevedo registrado en este árbol(luego hay tres más)
Cuarta generación:
Los hijos del tercer Antonio Pérez de Presno (nieto del de la primera generación) y Rosa Díaz fueron siete: Francisca, Josefa, Juana, Esteban (presbítero), Francisco “Anto" o Antonio (casado con Josefa Fernández Acevedo*), Antonio (casado con Manuela, no figura el apellido) y José.
*Hay un segundo matrimonio entre un Pérez de Presno y una mujer llamada Josefa Fernández Acevedo, por lo que podría tratarse de dos mujeres que eran familiares y tenían el mismo nombre, o de la misma persona que estuvo casada con tío y con sobrino?
Quinta generación:
La única hija del cuarto Antonio Pérez de Presno (bisnieto de Antonio de la primera generación) y su esposa Manuela, se llamó María, y se casó con José Fernández Acevedo, siendo el tercer matrimonio registrado entre miembros de ambas familias. José habría fallecido en 1809 y María en 1828. Sus bisnietos fueron los que décadas más adelante, aproximadamente en 1888, emigraron dando origen a los Fernández Acevedo que viven actualmente en Argentina.
Sexta generación:
Los hijos de José Fernández Acevedo y María Pérez de Presno fueron cinco: Josefa, Pedro, Domingo (casado con Josefa López Villamil), Juan y José.
Nota: el autor del árbol hizo ciertas anotaciones sobre algunos de los integrantes de esta generación que todavía vivían a la fecha en que fue firmado el documento, el 17 de Enero de 1853 (Sobre Pedro "en el hospital", sobre Domingo “mejorado”) En un principio creí que las notas tenían que ver con el estado de salud de estas personas, pero gracias al aporte de Vicente P.I, una persona que nació en Campos y Salave, pude llegar a una mejor interpretación: “En el hospital” significaría que Pedro vivía en la casa hospital o en la zona. Según Vicente, el hospital de Salave era propiedad de los vecinos, el morador administra y asiste el centro hospitalario al mismo tiempo que reside en él. No hay una asistencia especializada, era para atender a los peregrinos. “Mejorado” (sin ene) se refiere a que a la hora del reparto de la herencia de sus padres, Domingo recibiría la mayor parte.
Séptima y última generación española anotada en la versión original del árbol:
Domingo Fernández Acevedo y Josefa López Villamil (fallecida en Octubre de 1832, según anotaciones que constan en el anexo) tuvieron nueve hijos: María (casada con Domingo Perez de Presno), Josefa, Salvadora, José María, Juan (mi tatarabuelo, casado con Josefa Fernández de la Vega, mi tatarabuela), José, (célibe), Modesto, (célibe), Antonio (célibe) y Teresa (célibe)
Nota: el de María y Domingo es el cuarto matrimonio entre los Pérez de Presno y los Fernández Acevedo, lo que confirma que los matrimonios entre familiares, en pueblos tan chicos, eran hechos frecuentes y habituales. (En este árbol, al menos cuatro veces en siete generaciones).
Según anotaciones posteriores de mi abuelo que no figuraban en el árbol genealógico original, algunos de los hermanos de mi tatarabuelo, emigraron desde España hacia Cuba, como era costumbre de muchos españoles en esa época. No aclaró cuales ni cuantos de ellos lo hicieron. Según el árbol, los cuatro hermanos varones de Juan fueron célibes por lo que hasta hace un tiempo estaba convencida de que sería poco probable que en Cuba puedan haber dejado descendencia. Sin embargo, recientemente, (en mayo de 2013), encontré datos del matrimonio entre José María Fernández Acevedo y Agustina Fernández de la Vega, y de su descendencia en Cuba y en EEUU. de quienes estoy esperando respuesta vía mail.
Fuentes:
-Arbol genealógico familiar.
-Anotaciones de Juan Fernández Acevedo.
-Aportes de Vicente P.I., quien se contactó desde España luego de leer este blog. 
-Página de genealogía www.mundia.com 

Otros F.A españoles mencionados en la Web

Los siguientes son algunos Fernández Acevedo mencionados en documentos o publicaciones españolas. La mayor parte residieron en Asturias, pero desconozco si tienen o no algún parentesco con los F.A. que residen en Argentina.

Juan y Salvador Fernández Acevedo, 1750.
Se entiende por catastro el registro de los bienes inmuebles (ubicación, dimensiones y uso) y sus propietarios. Existe un documento publicado en Internet denominado "El concejo de Castropol, según el catastro de Ensenada." con fecha de 1750, donde consta que en aquella época existían dos molinos pertenecientes uno a un tal Juan Fernández Acevedo y el otro a un tal Salvador Fernández Acevedo. (El concejo de Castropol era el municipio al cual pertenecía el pueblo Campos y Salave, antes de 1863) Esta es la transcripción del parrafo de la página 274:
“En la parroquia de Tol* hay 22 molinos: (…) Otro llamado el Río de Torre, de una rueda que muele con el agua del Río de este nombre cuatro meses, es propio de Juan Fernández Acevedo y produce ocho ferrados de trigo. Otro llamado el Molino de Arriba, arruinado propio Rueda que muele con dicha agua dichos cuatro meses es propio de Salvador Fernández Acevedo y produce ocho ferrados de trigo.”
*El río Tol es un corto río costero que discurre por el occidente del Principado de Asturias.

Manuel Fernández Acevedo (Madrid, 1744-1800): un pintor desconocido al servicio de Carlos IV
La virgen dolorosa, pintura de Manuel Fernàndez Acevedo

Manuel Femández Acevedo (1744-1800), pintor que trabajó al servicio del rey Carlos IV en las casas de campo de El Escorial, El Pardo y Aranjuez, así como en los palacios de Madrid, La Granja de San Ildefonso y San Lorenzo del Escorial. Su figura había quedado olvidada bajo el mayor protagonismo de sus contemporáneos, especialmente de Vicente Gómez. La organización de un catálogo provisional de su obra ayuda a destacar su estilo académico y su estética Rococó, aplicado a un tipo de pintura fundamentalmente religiosa y devocional, pero también se explora su grado de participación en las obras contratadas por su contemporáneos para satisfacer las necesidades y el gusto de Carlos IV, tanto durante su etapa como Príncipe de Asturias, como posteriormente durante su reinado.
Fuente:
Ismael Gutiérrez Pastor, Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, ISSN 1130-5517, Nº 9-10, 1997‑1998 , pags. 313-338

Juan Fernández Acevedo, mención de 1817
El Documento se titula "Relación histórica de los méritos y servicios que ha hecho al Rey y a la Nación el regimiento de infantería de Castropol* desde el 17 de Junio del año 1808 en que fue creado, hasta el de 1815." Un tal Juan Fernández Acevedo es mencionado en el mismo, como una de las personas que firmó un acuerdo en Castropol, el 28 de Julio de 1817, para extender cuadernos impresos con la historia militar del Regimiento de Infantería de Castropól, para repartirlos entre las parroquias a fin de perpetuar las glorias de sus valientes.
*El concejo de Castropol es el municipio al que antiguamente pertenecía Campos y Salave.

Don José Fernández Acevedo, primer Contramaestre graduado de Alferez (1825-1872)
El Acevedo debe su nombre a la ilustre memoria del Primer Contramaestre graduado de Alférez de Fragata José Fernández Acevedo, quién ante la sublevación militar de la Infantería Militar Indígena en Manila el 20 de enero de 1872 se distinguió por su patriótico y generoso esfuerzo en la defensa de los intereses españoles, cayendo muerto en el acto durante el asalto a las Murallas del castillo de la Plaza de Cavite tomadas por las fuerzas sublevadas. Este episodio sirvió para que el nombre del Primer Contramaestre Fernández Acevedo quedase inscrito en el Panteón de Marinos Ilustres.
El patrullero ACEVEDO (P-15) de la clase Barcelo (...) Debe su nombre al ilustre marino Don José Fernández Acevedo. Nacido en Ferrol el 18 de septiembre de 1825, perteneció al “Cuerpo de Contramaestres de la Armada” llegando a distinguirse con la graduación de Primer Contramaestre graduado de Alférez de Fragata. Murió el 20 de enero de 1872 cuando con heroico arrojo intentaba asaltar la muralla del fuerte de San Felipe durante la Sublevación militar de Cavite.

Felipa Fernández Acevedo:
Según la página de genealogía www.familias-argentinas.com.ar, el nombre de una de las abuelas Luis Saenz Peña (1822-1907)quien fue presidente de Argentina en el período 1892-1895, se llamaba Felipa Fernández Acevedo. Su marido, abuelo del presidente, se llamaba Juan Saenz de la Peña.

Fuentes:
"El concejo de Castropol, según el catastro de Ensenada."
"Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte", Ismael Gutiérrez Pastor.
"Relación histórica de los méritos y servicios que ha hecho al Rey y a la Nación el regimiento de infantería de Castropol desde el 17 de Junio del año 1808 en que fue creado, hasta el de 1815."
www.familias-argentinas.com.ar
Wikipedia.

Los Fernández Acevedo en Argentina


Copia del árbol hecha por Juan Fernández Acevedo, probablemente en 1967.


Copia del árbol hecha por Juan Fernández Acevedo en 1967.


Marceliano Fernández Acevedo, fallecido en 1904.


Rosa Gayol y sus 6 hijos, (novena generación) en Bernasconi, La Pampa, fecha aproximada 1920.

Generaciones agregadas por Juan Fernández Acevedo en las copias que hizo del árbol genealógico, más algunos datos aportados por mi padre y sus primas:

Octava generación, la que emigró de España a Argentina:
Como los miembros de las generaciones anteriores registradas en el árbol genealógico, los hijos de Juan Fernández Acevedo y Josefa Fernández de la vega nacieron en Salave, Asturias. Campos y Salave es una de las cuatro parroquias (división administrativa) en Tapia de Casariego, un municipio del principado o provincia de Asturias, en España el norte.
Sus nombres fueron: Modesto (casado con María Uthurralt), Eufrasio (célibe), Valentín (casado con Rosa Gayol), Fermín, Marceliano (mi bisabuelo y segundo marido de Rosa Gayol, la viuda de su hermano, Valentín), Francisco (casado con Josefa), Antonio (casado con Pilar), Saturna y posiblemente, cuatro mujeres más, o hijos fallecidos durante su infancia, de las que no se conocen los nombres. (Este dato no está confirmado ni registrado en el árbol, pero mi abuelo Juan F.A. decía que en total habían sido doce)
Modesto llegó a Argentina aproximadamente en 1871, a los 14 años o 15 años, no se sabe si previamente a la llegada de sus hermanos o junto con alguno de ellos. Aproximadamente hacia el año 1888, cinco de sus seis hermanos varones de Modesto se encontraban ya en distintas ciudades o localidades de Argentina.
Las motivos para que lo hicieran difieren según el miembro de la familia consultado:
a-Para evitar ser reclutados en las guerras de Marruecos, (también denominadas guerras de Africa), largo conflicto bélico mantenido entre España y Marruecos.
b-Por motivos económicos: la situación económica de la familia no era buena, ya que eran muchos hermanos y las tierras que poseían eran pocas.
c-Por motivos nobles: los hermanos varones habrían emigrado para probar suerte en America, dejando la propiedad familiar a la/las hermanas.
Fermín fue a Brasil y no se volvió a saber de él. Valentin, Modesto, Marceliano, Eufrasio (célibe), Antonio y Francisco emigraron a Argentina. Valentín falleció poco tiempo después de llegar a Argentina, en General Acha, La Pampa. Solo Marceliano (con Rosa Gayol), Modesto (con María Uthurralt) y Francisco (con Josefa) formaron familias. Antonio, casado con Pilar, no habría tenido hijos.
Rosa Gayol (1866-1946) era la viuda de Valentín Fernández Acevedo, con quien había tenido una hija, María Amparo. Ambas, (madre e hija) viajaron a Argentina en 1894, junto con Josefa Fernández de la Vega (suegra de Rosa, y madre de los F. A. que ya habían emigrado) Por pedido o imposición de Josefa, Marceliano se casó con Rosa. Josefa falleció en Argentina a los 80 años de edad.
Novena generación (primera nacida en Argentina)
La hija que Rosa Gayol tuvo con su primer marido, María Amparo, nació en España, y los siete hijos que Rosa tuvo con Marceliano F.A. nacieron en Argentina, los últimos en General Acha, La Pampa. Dos de sus hijas, Juanita y Dominga, fallecieron al nacer o durante su infancia. En 1909 Rosa Gayol, viuda por segunda vez, se trasladó con los seis hijos que aún vivían, a Santa Rosa, La Pampa. Sus nombres eran Eufrasia, Marceliano (h)(casado con Delia, con quien no tuvo hijos), Juan (1897-1991), Pedro (1899-1981), Rosa ("Rosita", quien falleció cuando tenía 21 años). María Amparo se casó con Manuel Ruiz Moreno y no tuvo hijos. Eufrasia se casó con Amir Ali Melián y tuvo dos hijas. Los hermanos Juan y Pedro estuvieron casados con dos mujeres que a su vez también eran hermanas: Aurelia y Carmen Elcano. Juan tuvo tres hijos y Pedro seis.
Los hijos de Modesto F.A. y María Uthurralt fueron: Modesto (a quien solían llamar Modestito), Juan, María Magdalena, Eufrasio, Elisa, Florencio y Alberto F.A. Modesto (h), Juan, y Elisa no tuvieron hijos. María Magdalena se casó con Pacífico Angellotti, vivió en la localidad de Castelar, Bs.As, y tuvo dos hijos. Eufrasio, Florencio y Alberto se instalaron en la década del 30 en Salta, y tuvieron hijos, que actualmente viven en Salta y en Córdoba.
Francisco F.A., casado con Josefa, tuvo al menos dos hijos: Julia y Francisco.
Décima, onceava, y doceava generaciones (segunda, tercera y cuarta en Argentina)
Corresponden a los hijos, nietos, y bisnietos de Juan, Pedro y Eufrasia, María Magdalena, Florencio, Eufrasio, Alberto, y de Francisco (h)Fernández Acevedo, quienes residen en Buenos Aires, Mar del Plata, Santa Rosa, Salta, Córdoba y Rosario (Argentina) y en Caracas (Venezuela)
Descendientes de los Fernández Acevedo en España: Saturna, la hermana de los F.A. que habían emigrado a Argentina, tuvo al menos una hija, Saturnina, y varios nietos: Joaquina, Ceferina, Domitila, Manuela, Concepción, Teresa y Nicasio Fernández Lopez. Domitila se casó con Santiago Fernández (quien tambíen tendría como antepasados a los Fernández Acevedo) y tuvo varios hijos de apellido Fernández y Fernández, algunos de los cuales viven en Campos y Salave, y otros en Madrid. Los descendientes de Joaquina Fernández López viven en Argentina, y su apellido es Perez de Andés.
Fuentes:
-Copias del árbol genealógico confeccionadas por Juan Fernández Acevedo en 1967 y anotaciones que él le anexó.
-Relato de Juan F.A.(notas tomadas en la década del 80)
-Datos aportados recientemente por familiares de Bs.As, Santa Rosa, Salta y Córdoba, vía mail y telefónica.
-Diario de Juan Fernández Acevedo.
-Datos aportados por Efrén Fernández y Fernández, descendiente de Saturna F.A., quien reside en Campos y Salave, Asturias.
-Datos aportados por Rafael Perez de Andés, nieto de Joaquina, a quien contacté a través de un foro de genealogía asturiana.